Este hecho me ha recordado las palabras atribuidas al benedictino francés Dom Perignon, al hacer la primera cata de su recién creado vino espumoso. Se dice que reunidos para esto él mismo y Dom Ruinart, de su misma orden, al probar el vino exclamó: "Amigo... ¡estamos bebiendo estrellas!.
Dom
Pierre Perignon (1638-1715) pasó 47 años en la abadía benedictina de
Hautvilles, en el valle del Marne, en la región francesa de Champagne.
Fue el responsable de la bodega del mismo y su tesorero. En todo este
tiempo se dedicó al estudiar vides, viñas y vinos y a experimentar para
mejorar la producción y la calidad. Sus escritos son prueba de ello.
Aunque el vino espumoso se conocía desde la antiguedad, su mérito fue poder controlar esa segunda fermentación que sufrían alguno de sus vinos y que los hacía cambiar de forma radical. Ese vino efervescente será llamado Champagne.
Se dice, se comenta... que el tapón de corcho español desempeñó un importante papel en este descubrimiento.
Hasta
entonces los vinos reposaban en barricas y su cierre consistía en tacos
de madera envueltos en paños de lino humedecidos en aceite de oliva;
la visita de unos frailes benedictinos procedentes del convento
gerundense de San Feliu de Guixol fue una inspiración para Dom Perignon.
Al observar que estos portaban unas cantimploras con tapones de corcho
que las cerraban herméticamente, decidió usar esos corchos para cerrar
las botellas donde se produciría la segunda fermentación de su nuevo
vino efervescente.
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